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28.2.12

Opiario

Al señor Màrio de Sá-Carneiro

Aún del opio ya enfermó mi mente.
Sentir la vida anima y languidece.
Ahora busco, en el opio que adormece
un Oriente al oriente del Oriente.


Esta vida en el buque ha de matarme.
Los días son febriles. Me consumo
buscando vanamente, mientras fumo,
un resorte que al fin pueda adaptarme.


Es paradoja, o desajuste astral,
que viva en crestas de oro la oleada
y deje el pundonor en la bajada.
Hasta el goce es ganglio de mi mal.


Debido a oscilaciones desastrosas
de mi engranaje de volantes falsos,
camino entre visiones de cadalso
por jardines de flores vaporosas.


Ando a tumbos cuando hago la labor
de mi vida de laca y de puntilla.
Presiento que está en casa la cuchilla
con que fue degollado el Precursor.


Hay un crimen, que expío en la maleta;
fue mi abuelo, por simple exquisitez.
Pero ahorcaron mis nervios y esta vez
caí en el foso. El opio era la meta.


Me arrulla la morfina. Adormilado,
me pierdo en transparencias palpitantes.
En la noche cuajada de brillantes
se alza la luna, convertida en Hado.


Yo, medocre estudiante, veo ahora
nada más que un navío atravesando
el canal de Suez, y transportando
mi vida en alcanfor bajo la aurora.


Di provecho a mis días: los perdí.
Ganaba en el trabajo esta fatiga
que sofoca mi cuello, o que lo abriga,
con abrazos de brazos que hay en mí.


También fui niño, como la otra gente.
Nací en una provincia portuguesa
y conozco a personas de habla inglesa
que dicen que sé inglés perfectamente.


Quisiera ver mis versos y novelas
publicados por Plon y en el Mercure.
Me parece imposible que esto dure,
¡si el viaje no ha tenido ni procelas!


La vida a bordo es una cosa triste
aunque el pasaje se divierte a veces.
Hablo con suecos, trato con ingleses,
y la amargura de vivir persiste.


Ciertamente es inútil conseguir
llegar a Oriente y ver India o la China.
La tierra es parecida y se adivina
que hay sólo una manera de vivir.


Por eso tomo el opio. Es un remedio.
Soy un convaleciente del Momento.
Habito en planta baja el pensamiento;
pasa cerca la vida y me da tedio.


Me canso de fumar. ¡Si hubiera dónde
muy al Este no fuese Oeste ya!
¿Para qué fui a la India donde está
si está la India en lo que el alma esconde?


Heredé, en mayorazgo, el desconsuelo.
Los gitanos robaron mis destino.
En la muerte no habrá, ni en su camino,
un lugar que lo abrigue de este hielo,


Fingí haber estudiado ingeniería.
En Escocia viví. Conozco Irlanda.
Mi corazón es una anciana que anda
mendigando al umbral de la Alegría.


¡No llegues a Port-Said, buque de hierro!
Dirígete a estribor, no sé hacia dónde.
En el smoking-room frecuento un conde
que es un escroc francéa de fin de entierro.


Vuelvo a Europa tristón, hecho una suerte
de poeta sonámbulo y simbólico.
Soy un monárquico, no soy catñolico.
Mas quisiera llegar a algo más fuerte.


Quisiera las creencias y el dinero
de tanta gente insípida que vi...
Sin embargo, al final, soy sólo aquí,
en un buque cualquiera, un pasajero.


Es mi modo de ser no ser ninguno.
Destaca más que yo ese camarero
con aire de escocés laird altanero
sometido, hace días, a un ayuno.


No estar en parte alguna me domina.
Mi patria es el lugar donde no estoy.
Un enfermo... Quien me haya visto hoy
con la sueca..., el resto lo imagina.


Un día armaré escándalo, y a bordo
tendrá que hablar de mí la mayoría.
No resisto la vida - mandaría
al demonio las iras que desbordo...


Fumando paso el tiempo. Bebo cosas
que son drogas de América, y marean.
¡A mí, ya ebrio de nada! Tal vez sean
mejor para mis nervios que las rosas.


Y aún escribo estas líneas. ¡Imposible
que si tengo talento no lo vea!
La vida es una finca en que sestea
un alma, cual la mía, tan sensible.


Aquel que nace inglés sabe existir.
Son unas gentes que parecen hechas
dela Tranquilidad. Si a uno le echas
cuatro cuartos se pone a sonreír.


En cuanto a mí, soy de esos portugueses,
que una vez fue la India descubierta,
quedaron sin trabajo. Muerte cierta.
Pienso en esto desde hace muchos meses.


Tener vida, vivir, ¡maldita cosa!
No leo libros; ni el de cabecera.
Me fastidia el Oriente, Es una estera
que enrollada dejó de ser hermosa.


Por fuerza vuelvo al opio. Pretender
intachable una vida como ésta
es delirar ¡Al diablo el alma honesta,
con horas de dormir y de comer!


Mas todo es pura envidia que golpea
estos nervios que un día han de matarme.
Un navío, quizá, pueda llevarme
a donde quiera sólo lo que vea.


Me habría de cansar del mismo modo.
Algún opio más fuerte buscaría
para huir a otros sueños, y caería
enterrado por fin en cualquier lodo.


Pero sigo febril. Si esto no es fiebre,
¿qué es entonces la fiebre y su conciencia?
Lo esncial es que tengo una dolencia.
¡Qué corrida, ay amigos, va esta liebre!


Cae la noche. Y suena la primera
señal para vestirse e ir a cenar.
¡Vida social, encima! Hala, a marchar,
mientras no nos quitemos la collera.


No puedo acabar bien. Es de temer
un revólver y sangre en el final
de mi desasosiego. Porque el mal
se encuentra en lo más hondo de mi ser.


Y quien me mire creerá trivial
mi persona y mi vida. ¡Si es un chico...!
Con el propio monóculo lo indico:
formo parte de un tipo universal.


¡Cuántas almas habrá comprometidas
con la navegación y el misticismo!
Y cuántos, bajo el frac, sienten lo mismo:
el horror como yo a las propias vidas.


Si fuera al exterior mi condición
tan atractiva como lo es por dentro...
El Maelstrom va arrastrándose a su centro.
No hacer nada será mi perdición.


Un inútil. Y aquí lo dejo escrito.
Ah, quien pudiera, despreciando a todos,
con la chaqueta rota por los codos,
¡ser bello y paladín, loco y maldito!


Siento deseos de llevar mis manos
a la boca y morder furiosamente.
Sería un espectáculo infrecuente
que distraería a los demás, tan sanos.


El absurdo de oriente flor sublime
que en Oriente hallé, ha prosperado
en mi hastío mental de estar cansado.
Que Dios cambie mi vida, o que la ultime.


O me deje en la silla y a la espera
de los que han de meterme en el arcón...
Siempre fui un mandrín de condición
carente de sosiego, el té y la estera.


¿Y si fuera, por suerte, la caída,
en alguna trampilla, bajo el surco?
Mi vida es un sabor: tabaco turco.
Y no hago nada más que fumar vida.


Lo que quiero es, en fin, la fe y la calma.
Notener sensaciones tan confusas.
¡Acabe Dios con esto! ¡Que abra esclusas!
¡Ya basta de comedias en mi alma!




1914, marzo
En el canal de Suez, a bordo

Álvaro de Campos
(traducción del portugués)

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